martes, 23 de agosto de 2011

Cartas devueltas

Decidió aceptar el reto de dirigir la librería y allí estaba, frente al dueño, Erick y tras pasar una noche pésima en la que apenas había dormido. Aun a medio despertar, le comentaba su decisión al jefe.

-Veo que tras pensarlo un poco y dormir algo, no mucho, por lo que parece cambiaste de opinión.

-Nuevo día, ideas frescas, señor-
Dijo el joven.

-No muy frescas diría yo, pareces aun dormido ¿una mala noche?

-Si, alguien lloró toda la noche, no había forma que se callara.

-¿Le rompiste el corazón a alguna muchacha de buen ver?- Erick puso cara de vicioso.

-No señor, no tengo demasiado tiempo como para perderlo de ese modo... Parecía provenir de alguna habitación contigua, pero no encontré a nadie.- Dijo encogiéndose de hombros.

-Tal vez sea un ghoul, se pasan la noche susurrando y llorando tan solo por molestar.

-No se... esta noche insonorizo la habitación…- sentenció el  joven.

De poco le iba a servir eso, puesto que quien lloraba estaba dentro de la habitación, pero o bien no recordaba quien podía ser la causante de tan molesto sonido o bien la ignoraba deliberadamente en un intento de negar la evidencia.

Fuese como fuese Ethan aquella noche no logró pegar ojo, la pelirroja tampoco y ya se vería las siguientes.

Ella mas que, por que algo o alguien, hiciera ruido era que se encargaba de provocarlo, sollozaba lastimeramente recriminándose una y otra vez su estupidez, lo que mas lamentaba era haber escrito aquel conjuro que la había aprisionado en la brillante superficie del frágil espejo. El haberse entregado a un sentimiento tan primitivo y haber conseguido el premio de ser amada por la persona que ella quería, hacían aun mas amargas sus lagrimas.

Lo que mas la consumía por dentro, lo que mas la desesperaba, era que llevaba ya casi dos semanas allí y  nadie la había echado de menos, ya no digamos ocurrírsele una forma de salir de aquel objeto maldito.

Con las primeras luces del día, ella había sucumbido al cansancio y rindiéndose al mundo de los sueños el sonido de sus lagrimas cesó. Para entonces el hombre se levantaba ya de la cama, resoplando molesto porque por fin había cesado el ruido y le era imposible recuperar tiempo de sueño puesto que su trabajo lo esperaba.

Se había tomado unos días para meditar y analizar sobre el funcionamiento de la librería. Al fin había decidido darse la oportunidad, no le parecía tan complicado. Él no veía problemas, pero mientras hablaba, Erick le daba vueltas a algo que creía de suma importancia.

-¿Le preocupa algo señor?

-Sí, digo, no. Lo harás bien, estoy seguro, eres inteligente. Todo irá bien en mi ausencia.

-No lo pregunto por eso, parece distraído, preocupado.

-Perdóname Ethan, sí, lo estoy.

Tocaron a la puerta y tras unos segundos en los que el silencio reinó en el despacho, se abrió la puerta y en la estancia entró una figura de infantiles movimientos. Apoyó sus manos en los anchos hombros de Ethan y luego le recorrió la espalda con un dedo mientras hablaba con su padre.

-Papá la lechuza ha vuelto tal y como la envié.

-Imposible Sara, ¿Cuándo la enviaste?

-Papi te cuento como es. Envié una ayer y al poco regresó con el sobre intacto y hoy a tu llegada volví a mandarla otra vez y acaba de regresar. Es como si las devolviera.

-¿Quién…?- Ethan no pudo terminar la pregunta porque la joven lo interrumpió terminado su cuestión.

-¿… Es, padre? ¿Por qué tanta urgencia o necesidad de comunicarse con esa persona?

-Hija, no preguntes tanto, ahora déjanos solos.- Ella enojada cruzó los brazos sobre el pecho, haciéndolo mas evidente y tras una mala mirada salió dando un portazo.

-Su hija señor…

-No te la recomiendo Ethan- Se apresuró a cortarlo- Eres buen empleado y buena persona, ella no es para ti, joven.

-No me refería a eso.

-Lo sé, solo te pido que la evites, porque ella destrozará todo lo que le des.

El joven se dio cuenta de que el hombre hablaba con conocimiento y por ello lo dejó que continuara con su monologo sin prestarle atención, puesto que verdaderamente poco le interesaba la chica.

Aunque le costase admitirlo ante otros y ante sí mismo, la que verdaderamente le gustaba era aquella pelirroja que pasaba tardes completas enfrascada en interminables libros a la entrada de la casa. La que le dejaba divertidas notas en la cara mantelería de la familia y con la que hacía al menos un par de días que no hablaba porque estaba encerrada en el espejo de su habitación.

-Ella… - Murmuró haciendo que su jefe perdiera el hilo de lo que contaba.

-Ethan… hablo de contabilidad y no me escuchas- Le reprendió molesto -Deja ese aire soñador o te irán las cosas mal y pobre de ti como la librería se vaya a pique.-

La suave amenaza fue recibida por el joven con dolor, haciendo que su mente se centrase en lo que el hombre le explicaba detalladamentedefinitivamente.

Si bien la mañana pasó volada para los hombres, también lo fue para la pelirroja encantada, ya que durmió y descansó de su tristeza hasta que Negros entró en la habitación  y se puso a parlotear.

El elfo habló en voz alta consigo mismo, diciendo que todo le parecía extraño, que no comprendía por qué deshacía la cama y no encontraba su ropa tirada por la habitación y en cambio si encontraba toallas usadas en el baño.

Negros hizo la cama con nada mas un chasquido de los dedos, abrió las pesadas cortinas que no permitían la entrada de la luz y luego abrió la ventana, de par en par desapareciendo con la primera bocanada de aire que entró en la alcoba.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tus comentarios siempre son bienvenidos