martes, 27 de abril de 2010

En el espejo.

Ahí estaba, como todas las noches. Entraba en la habitación con un vaso de leche humeante, la posaba sobre la mesita y comenzaba a desvestirse…

Desabrochó los puños de su camisa y luego poco a poco el resto de los botones, se quitó la hebilla del cinturón y el botón del pantalón también; se sentó en el labrado baúl que había a los pies de su cama y deshizo el nudo de sus zapatos, los sacó de un pié con el otro y los arrojó cerca del armario ropero que había en una esquina.

Su cabello corto, su rostro redondo, sus ojos… comenzaba a divagar mirando al muchacho, anhelaba volver a tocarlo, poder besarlo como hacía tiempo que no hacía.

Se llevó una mano al cabello, mientras con la otra se sujetaba al voladizo del asiento en el que estaba. En su rostro una mueca agotada daba a ver que no tenía su mejor momento, quise abrazarlo, pero seguía atrapada en el espejo donde él me había castigado.

Mi falta fue amarlo, decírselo, robarle un beso y una noche. Desde ese feliz despertar en sus brazos había sido recluida en aquella maldita superficie, solo cubierta por una sábana blanca, con la que gracias a un poco de imaginación se podían adivinar mis suaves y femeninas formas.

Eché una esquina de la tela sobre mi hombro derecho y me hice una trenza en el pelo color fuego. Después volví a recostarme boca abajo con las piernas dobladas y los pies en el aire, observándole pasear desesperado por la habitación.

Una sonrisa pícara cruzó mi rosto al ver como se sacaba la camisa y la colgaba en una silla, un segundo después hizo lo propio con el pantalón, se fue al baño y al cabo de un rato de sonido de ducha, volvió con una escueta toalla de color blanco a la cintura. Estuvo un rato tumbado sobre la colcha con los brazos tras la cabeza, con la mirada perdida en una foto que descansaba de espaldas a mí, sin yo poder verla.

La tomó de la superficie perfecta que era la mesita y pasó sus dedos sobre la imagen, luego se los llevó a los labios, en una caricia, recordando, tal vez, un beso. Al rato se quedó dormido y apoyó sobre su pecho la imagen de donde resbaló desvelando una mirada ámbar, un cabello fuego y una tímida sonrisa de niña enamorada.

Quise salir del espejo, lo intenté de nuevo, tras días sin conseguirlo y aunque no lo conseguí del todo, algo sucedió. Aparté mi foto y acaricié su caballo con dedos inexistentes, después su piel suave, aun húmeda, desenado besarle y sin atreverme a hacerlo.

Quería de él mas de lo que tenía, deseaba ser suya, de nuevo y por siempre, pero a pesar de amarme me tenía recluida, ignorada, semidesnuda y atrapada dentro de su espejo. Castigada a verlo, sin tocarlo, desearlo y no poder amarlo.

-Tú mismo me liberaras cuando el corazón te duela tanto que solo mis labios puedan sanarlo…- Susurré cariñosa volviendo a la fría superficie en la que ahora moraba.

1 comentario:

  1. Te Quiero Marta, ya lo había leído pero aún así, me sigue gustando tanto como la primera vez que lo leí.

    Sigue escribiendo por fa. Te quiero!

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